lunes, octubre 31, 2011

De la Resaca Panamericana...

Seven Readers!!...

Terminaron los Juegos Panamericanos de Guadalajara y hay varias cosas que apuntar. En el siguiente post hablaremos de 3: Lo que ha significado en lo deportivo, lo que hizo la televisión y las ceremonias de Clausura y Apertura de los Juegos. Largo post a continuación...

Lo Deportivo..

La delegación mexicana superó todas las expectativas al obtener 42 medallas de Oro. Un logro. Muchos podrán decir que el resultado no es meritorio porque se trata de unos juegos Panamericanos y no de unos Olímpicos. Tienen cierta razón, pero dentro del nivel Panamericano lo hecho por los atletas mexicanos es notable. 
Los mexicanos aprovecharon la localía y exhibieron en muchas ocasiones un coraje y una determinación por ganar pocas veces vistas en deportistas de nuestro país. Logros destacados individualmente como es el caso de Yahel Castillo, Paola Longoria, Paola Espinosa o Cynthia Valdéz son realmente buenos. Se acrecentan porque pusieron en la mente de los aficionados al deporte, nombres de atletas mexicanos que tienen un gran nivel en el mundo y que por muchas razones son desconocidos porque sus deportes no tienen realmente presencia en los medios de comunicación. Eso permite que estas disciplinas no solamente tengan más seguidores, sino que puede generar que  muchos niños y jóvenes comienzan a voltear a las mismas para practicarlas. El deporte mexicano está lleno de triunfos individuales de chicos que triunfan a pesar del desastre que son sus federaciones (el escándalo que armaron los entrenadores de clavados unas semanas antes de los juegos, es un ejemplo) Tal vez el futuro del deporte mexicano - en términos de triunfos de resonancia a nivel mundial - está ahí y no en el deporte de conjunto.
Por otra parte, muchos afirman que el deporte de un país es tan poderoso como lo son sus deportes de conjunto, y es innegable que la delegación mexicana avanzó también en ese sentido. El fútbol varonil se sobrepuso al desastre de la Copa América, a las críticas y a su timorato entrenador para ganar la medalla de Oro. Era una obligación, por la calidad de su convocados y por el nivel que trían los otros equipos. La chicas de Fútbol femenil, cumplieron a pesar de que son casi siempre ignoradas por la Federación. El Volley Ball tuvo una destacada actuación y aunque ni los equipos varoniles lograron medalla alguna, es evidente que van aumentando poco a poco su nivel. Pero lo más destacado es lo hecho por las selecciones de Basket Ball. La disciplina es un desastre en el país, los directivos se han encargado de hundir al que es el segundo deporte más practicado en la nación. Las Selecciones fueron armadas al vapor y solamente entrenaron por un par de semanas, y ambas se alzaron con la medalla de plata dándole pelea a los poderosos equipos de Puerto Rico en ambas ramas y logrando triunfos históricos contra equipos de gran nivel como los Estados Unidos, Brasil o Argentina. Las dos platas de las selecciones de Basket Ball, tienen que ser una llamada de atención a la CONADE y a todos las autoridades deportivas para que finalmente arreglen el asunto directivo del deporte ráfaga y comiencen a trabajar en un proyecto de desarrollo que pueda generar basquetbolistas de alto rendimiento.



Pero no solamente se trata del Basket Ball. El éxito deportivo de los Panamericanos de Guadalajara tendría que aprovecharse para generar un proyecto de gran nivel. Algo similar a lo que hicieron los españoles después de los Olímpicos de Barcelona que funcionaron como una catapulta deportiva que hoy tiene a España como una potencia a nivel mundial. Eso es lo que ahora tendrían que hacerse, de otra manera los extraordinarios logros de la Delegación Mexicana simplemente pasarán a formar parte del libro de anécdotas del deporte mexicano. 

La Televisión...

La cadena ganadora de los Juegos Panamericanos es sin duda TVC Deportes. El canal de Cable entendió la magnitud del evento (en términos deportivos: el más importante que se realiza en este país desde el Mundial de Fútbol de 1986) e hizo una cobertura digna del mismo. Con un buen despliegue técnico y humano en Guadalajara, TVC Deportes hizo lo que desde hace mucho dejaron de hacer las televisoras: Realizar una cobertura en varias sedes y llevarnos a la mayoría de los momentos cumbres de las competencia deportivas. 
No todo fue perfecto: sus comentaristas abundan en el uso de los chistes entre ellos, también es cierto que no saben quedarse callados en las ceremonias de apertura y clausura para dejar que el auditorio disfrute de la presentación audiovisual que está en pantalla y también es una realidad que les hicieron falta mejores narradores de Basquetbol y Volibol, pero aún así lograron imponerse con creces por el simple hecho de darle la importancia debida a la justa panamericana y por el esfuerzo de darle al televidente un panorama amplio de lo que sucedía en el día a día de los juegos.


El contraste fue la televisión abierta mexicana que prácticamente ignoró a los Juegos. Salvo las transmisiones en vivo de los partidos de la selección varonil de fútbol, los demás deportes fueron ignorados o relegados a transmisiones con horarios francamente infumables. Perdieron el sentido de la oportunidad, pero sobre todo demostraron que el fomento a la práctica deportiva de alto rendimiento simplemente no les interesa. 
En un país como el nuestro, con todos los problemas por los que atraviesa, un evento de la Talla de los Panamericanos tuvo que haber tenido otro trato por parte de Televisa (en Televisión Abierta pues su canal de deportes TDN, hizo un intento por transmitir algunas competencias de manera digna) y TV Azteca, cuya doble moral queda de nuevo de manifiesto. Ambas televisoras se dicen fomentar los mejores valores del país, pero ignoran a una competencia que por momentos ensalzó como en pocas ocasiones esos principios de los que tanto hablan en negocios políticos como Iniciativa México o en sus actividades filantrópicas con fines de lucro como el Teletón o el Movimiento Azteca
Es cierto que los Juegos Panamericanos quizá no les iban a arrojar los dividendos económicos de unos Juegos Olímpicos o un Mundial de Fútbol, pero no todo debe ser el dinero en empresas con tanta responsabilidad social como lo son las cadenas de televisión y ésta fue una oportunidad desperdiciada para mostrar al pueblo de México que existen atletas triunfadores. 
Lo más peligroso de todo, es que ahora los Panamericanos fueron una cosa de élite en la Televisión: solo aquellos que pueden pagar un paquete de televisión restringida pudieron tener acceso total a los juegos, los demás simplemente escucharon o vieron antes los infomerciales que hubo un grupo de atletas mexicanos que se bañó de oro.

Ceremonias de Inauguración y Clausura...

Los organizadores de los Panamericanos se esforzaron por realizar ceremonias de Inauguración y Clausura de un alto nivel. Visualmente hubo momentos impecables en ambas, con números exquisitos  que destacaron a la cultura mexicana. 
Pero fueron ceremonias de altibajos, con gran facilidad de pasar de los sublime a lo ridículo en cuestión de segundos. Se entiende que en muchas ocasiones se busque el fácil rating televisivo o que se apueste por números musicales seguros y poco arriesgados, pero por momentos la música que se escuchó en las ceremonias no fue diferente a la que tocan en los departamentos de salchichonería de cualquier súper mercado (lo que se escuchó durante el desfile de las delegaciones fue una falta de respeto al buen gusto). Con tanta diversidad y riqueza musical existente en el país, son ridículas las apariciones de grupos melosos y mediocres - en términos musicales - como Camila o Maná o de artistas con música de karaoke como Ricky Martin. Si, hubo momentos excelsos como Nortec Collective, Lila Downs con José Luis Duval en la apertura o la elegante presentación de The Wailers en la clausura, pero es increíble que no se tuviera el cuidado de mantener la calidad en las presentaciones musicales. 



También para el anecdotario quedan los discursos de Mario Vázquez Raña en ambas ceremonias: incoherentes, mal leídos y con una dicción ridícula; también el exabrupto del gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez, en la ceremonia de clausura al decir que ahora se va por los Olímpicos cuando para lograrlos se necesita de una política de Estado a nivel nacional que garantice las posibilidades reales de obtener aspirar a organizar una olimpiada. 
Pero a pesar de eso, es indudable que se realizaron ceremonias de apertura y clausura con un nivel muy superior a las registradas en otras citas panamericanas. Le dejan un estándar muy alto a los organizadores de los Juegos de Toronto el próximo año.

Terminan pues los Panamericanos y el deporte mexicano tendrá que prepararse para los Olímpicos del Próximo Año. Una prueba extremadamente dura para el tercer mundo deportivo al que pertenece en gran medida el deporte de nuestro país.

Así las cosas hoy lunes...

Salud pues......

miércoles, octubre 12, 2011

De aquella función de las 7...



Seven Readers!!...            

Los ochenta.
            Todo aquel que creció durante la década de los ochenta quizá este consciente de algo: lleva marcas mediáticas que jamás desaparecerán. Fueron los años del génesis de muchas de las cosas que hoy están en boga: las consolas de juegos de vídeo, los juguetes electrónicos portátiles, muchas series de televisión, mucha música y por supuesto mucho cine.
            Hollywood produjo demasiado cine para los adolescentes de todo el planeta que consumíamos prácticamente cualquier cosa que nos enviaban. Hubo, como en toda época, cosas memorables y otras que han quedado refundidas en el olvido. Pero no tengo duda que aquellas tardes de cine ochentero fueron completamente irrepetibles.
            La ciudad de Mérida en los ochenta no tenia más de 4 o 5 salas de cine, la mayoría ubicadas en el centro de la ciudad. Hablemos del Cine Colón y su función de las siete de la noche. La sala de El Colón estaba ubicada en la avenida Reforma, muy cerca de uno de los puntos comerciales y turísticos más importantes de la capital yucateca: el paseo de Montejo. No era una sala particularmente hermosa: constaba de una gran nave, sillas más o menos cómodas  (a mí siempre me parecieron una copia de las sillas que tenían los cazas de la primera versión televisiva de Gallactica Battlestar) un sistema de sonido relativamente bueno y una pantalla lo suficientemente nítida para ver la proyección. Nada espectacular. Sin embargo, en los ochenta, conseguir un boleto para estar en la función de las siete de la noche del Cine Colón, representaba toda una odisea pues por alguna razón, cualquier adolescente que se preciaba de intentar ser alguien en el pequeño universo de la adolescencia meridana, tenía que estar ahí.
            La aventura comenzaba como a eso de las dos de la tarde. En el mundo sin celulares, todo tenía que resolverse vía el teléfono casero. Había que averiguar quien era el afortunado que sería premiado con las llaves del carro paterno y así emprender la aventura sabatina. Una vez que el personaje había sido detectado, el siguiente paso era saber si podía ir por los boletos de la función de las siete, lo que normalmente implicaba tener los 25 pesos que constituían el total de las entradas al viejo Colón. Se destinaba a quien se encargara de la compra de los boletos y comenzaba literalmente la función.
            Los encargados de ir por los boletos tenían que estar en la taquilla entre 2:30 y 3:00 pm. A esa hora era probable que ya se tuviese una fila de personas que llevaban la misma encomienda. El llegar con unos cuantos minutos de retraso, podía significar un final abrupto de la aventura sabatina. Por lo tanto la puntualidad era importante. Una vez que las entradas se obtenían, los emisarios del grupo regresaban a casa, se bañaban y pasaban por los demás miembros de la expedición. Y ahí estaba uno, parado bajo el naranja sol meridano una hora antes de que se accediera a la función, con dos objetivos: ver y ser visto.
               Finalmente las puertas del recinto eran abiertas. Lo que sucedía entonces solamente puede ser descrito con una palabra: caos. No importaba nada, solamente llegar a ocupar un lugar de privilegio. Todos corrían la búsqueda de aquellos asientos que se encontraban al centro de la sala, pues desde ahí se podía controlar perfectamente el panorama: mirar donde se habían sentado las chicas o tener acceso a los más cotizados galanes, dependiendo por supuesto de los gustos personales de los comensales. Lo que no corrían para ocupar las plazas centrales, se limitaban a sentarse en las dos filas laterales del Colón y quienes de plano entraban de último al recinto tenían que ocupar algún rechinantemente limpio lugar del piso del cine.


            


Y la función comenzaba. Era entonces cuando algunos caíamos en cuenta de que habíamos pagado por ver una película. A veces, ésta lograba engancharnos y entonces le prestábamos toda la atención del mundo.  Pero en otras ocasiones la película no daba para más y el cine se convertía en una auténtica romería. Charlas interminables, risas, enamoramientos y desencuentros. Condones que eran inflados y con los que se jugaban interminables partidas de volley ball. Guerras de palomitas cuyas víctimas favoritas eran aquellos que se sentaban en el suelo e incluso uno que otro conato pleito de origen callejero entre rivales de amores.
            Y todo pasaba en la función de las siete.
Si se tenía cierta cinefilia  en esos años, lo mejor era cambiar dicha función y entrar a las 4 o a las 9 de la noche. Pero si realmente uno quería utilizar al cine como pretexto de socialización, entonces el Colón, los sábados y a las siete de la noche, era el lugar correcto y preciso para estar. Billy Wilder dijo alguna vez: “Si el cine consigue que un individuo olvide por dos segundos que ha aparcado mal el coche, no ha pagado la factura del gas o ha tenido una discusión con su jefe, entonces el Cine ha alcanzado su objetivo”. Y todos nos sumergíamos en el olvido colectivo. Utilizábamos como pretexto al cine para olvidarnos de los conflictos de la adolescencia, del sufrimiento que puede traer consigo el despertar al mundo de los adultos. Pero sobre todo compartíamos, quizá sin tener gran conciencia de ello, una misma sensación: la de estar vivos y con un mundo de posibilidades que esperaban ser escritas en nuestras propias pantallas.

Así las cosas hoy miércoles...

Salud pues......

viernes, octubre 07, 2011

Del adiós a Steve Jobs....

Seven Readers!!...

Cuando un personaje famoso muere, inmediatamente surgen en torno a su figura demasiadas opiniones. Por un lado están aquellos que comienzan a "endiosar" a quien ha pasado a mejor vida, creando o mitificando atributos que nunca tuvo y llevándolo a terrenos que nunca pisó. Por otra parte están los que comienzan a arrojar lodo sobre la figura que se ha ido para tratar de bajarlo a fuerza del pedestal que ocupó estando en vida. Actuamos de esta forma tal vez movidos por la envidia que casi de manera natural sentimos por alguien que se ha destacado del resto de nosotros. Sentimos la enorme necesidad de demostrar y demostrarnos que se trata de un ser humano tan lleno de defectos como cualquiera de los que transitamos por el planeta.
En el caso de Steve Jobs hemos visto ambas reacciones.
Por un lado han aparecido muestras exageradas de admiración a Jobs. Lo han puesto no solamente como un visionario de la tecnología, sino como una especie de mesías tecnológico cuya influencia tocó no solamente a la cultura popular para ir más allá de la misma hasta cambiar nuestra percepción sobre el mundo por su "visión humanista" de la vida. Falso. Si algo hay que agradecerle a Jobs fue que nunca trató de pasar como un mesías salvador de la humanidad. El veía a la tecnología como un negocio, como una posibilidad de explorar las capacidades creativas del ser humano e incluso como una forma de arte; pero nunca pretendió en ningún momento pasar por un redentor de la humanidad. Nunca se supo - al menos de manera pública - que haya enfocado las baterías de su empresa para tratar de ayudar a mejorar a la educación del mundo o a hacer de Apple un corporativo enfocado a desarrollar tecnología que beneficie a la humanidad. Ver a Jobs como un redentor es producto de la emoción generada por su perdida o de la falta de conocimiento sobre su verdadera obra.
Pero demeritarlo por eso también me parece un error. Steve Jobs nunca se vendió a si mismo como  un personaje preocupado por la humanidad (cosa que si ha hecho, por ejemplo, Bill Gates, con el ánimo de lavar su imagen) Han comenzado a aparecer cualquier cantidad de artículos escritos con las entrañas de la envidia, artículos que tienen el objetivo de demeritar el trabajo de este personaje precisamente por la falta de actividades públicas de carácter humanista. Pero caen paradójicamente caen en el mismo error que quienes lo glorifican al máximo: Jobs nunca tuvo esa pretensión. Catalogar su falta de activismo social como un punto oscuro de su personalidad es también producto de la desinformación pues insisto: públicamente, nunca fue su objetivo, nunca trató de engañar a nadie al ponerse al frente de grandes campañas de carácter social. En todo caso, se agradece esa falta de hipocresía que si caracteriza a muchos empresarios poderosos que no dudan en ponerse el traje de activistas para mejorar o su imagen o - como es el caso de los grandes empresarios de la comunicación mexicanos - con la oscura intención de dejar de pagar impuestos con los donativos que se hacen en ese tipo de actividades.




Dicho todo lo anterior. Debo decir que en lo personal la muerte de Steve Jobs me consternó de manera importante. Admiraba mucho a este personaje por una razón: su sensibilidad artística. Jobs creó artilugios tecnológicos estéticamente hermosos, que tienen un impresionante rendimiento y que demostraron que la belleza estética es aplicable también en las computadoras. Tener una Mac, es tener una obra de arte tecnológica entre las manos. Sus sistemas operativos y sus interfaces gráficas simplemente son hermosas. Y además prácticamente nunc fallan. Jobs logró crear productos que realmente nos hicieron sentir que teníamos al futuro en nuestras manos.
Pero no solo eso: Jobs tuvo la visión de construir esa tecnología para crear arte y Pixar es la mejor muestra de ello. Cuando en 1995 vimos Toy Story, muchos nos maravillamos por la calidad de su historia, pero también por lo que se logró en términos visuales. Todo eso fue posible gracias a las bellas máquinas creadas bajo la dirección de Steve Jobs. A partir de entonces la contribución al cine hecha por Pixar ha sido realmente sorprendente y ha tenido un punto culminante en esa obra maestra llamada Wall - E. Todo eso fue posible gracias a la visión tecno-artística de Jobs.
Desde hace unos siete años todas las entradas de este blog han sido rubricadas con el símbolo de Apple . Nunca ninguno de los Seven Readers me ha preguntado cual era el motivo o el por qué de esa rúbrica. Hoy me parece que es un buen momento para explicarlo: es simplemente por la admiración que tengo por el producto desde el cual desde todo ese tiempo se han escrito estas líneas. Una Mac es lo que me ha permitido comunicarme con ustedes a través del blog durante todo ese tiempo y siempre me sentiré agradecido por ello. 
Si, yo lamenté profundamente la muerte de un personaje al que hay mirar bajo su justa dimensión. Pero debo decir algo: vamos a echar de menos al gran Steve Jobs. Por lo menos yo, lo haré. 

Así las cosas hoy viernes...

Salud pues......