jueves, noviembre 28, 2013

De Catching Fire (o la película que pudo ser)...

Seven Readers!!...

Katniss Everdeen es un personaje fascinante. Es el arquetipo del atleta mesiánico que se presenta en algunos casos dentro del cine de ciencia ficción. Una mujer que por accidente descubre que su destino es rescatar a su sociedad de la sumisión en la que se encuentra y que es producida por un régimen totalitario, supresor de toda libertad y que manipula a quienes viven bajo su yugo a través de los medios de comunicación masiva. Katniss Everdeen guarda similitud con otros "revolucionarios" del cine de ciencia ficción, pero su condición de joven mujer la pone en un pedestal muy particular. Son pocos los personajes femeninos que tienen relevancia dentro del género y mucho menos lo son aquellos que se encargan de liderar una revolución. Por ello las disyuntivas de Katniss Everdeen pudieran ser realmente profundas y complejas, es decir la joven tiene que lidiar con el poder absoluto representado por un Presidente que la sabe un símbolo popular y que quiere eliminarla a toda costa, además de rescatar a su familia, sobrevivir a una brutal competencia y ser consciente de que su liderazgo es la única esperanza para todo un pueblo oprimido. Por ello es frustrante que un personaje tan interesante tenga como contexto una película como Catching Fire, un filme que termina convirtiéndose en un producto de fácil digestión y que desaprovecha al máximo las posibilidades dramáticas de su protagonista, para seguir con la moda, principalmente hollywoodense, de generar  películas cuya narrativa se acerca en demasía a la del video juego.



Con lo anterior no quiero ni pretendo restarle méritos al lenguaje de los video juegos, pues en algunos casos su narrativa suele ser realmente interesante y con personajes con complicados dilemas morales, pero ello no quiere decir que ésta funcione en un medio con mayor capacidad para explorar  las alternativas que surgen a partir de tales conflictos como lo es el cine. Al fin y al cabo el objetivo de un videojuego es que el jugador termine ganando, mientras que la experiencia cinematográfica puede ser mucho más rica al retratar al personaje. El gran problema de Catching Fire surge a partir de la extrema simpleza de su guión y del contexto que éste presenta rodeando a Katniss Everdeen, pues el resto de los personajes navega en superficies planas, con pocos matices y con pocas intenciones dramáticas, lo que hace que el espectador pierda completamente el interés en lo que les sucede. El colmo se da cuando Katniss empieza una poco explicada defensa de Peeta Mellark - su compañero de distrito - para terminar un forzado triángulo amoroso entre la protagonista, el chico y Gale Hawthorne quien aparentemente es el gran amor de Everdeen. Los personajes secundarios se pierden entre lo irrelevante de forzadas subtramas y su poca personalidad.
Al final queda la sensación de que se ha desperdiciado una oportunidad. Es decir no es que Catching Fire sea una mala película, sino que conforme transcurre se va convirtiendo una posibilidad desperdiciada. Entiendo que el "target" del filme sea principalmente un público adolescente, pero creo que los productores subestiman a los chicos al pensar que solamente pueden consumir un producto ligero, con algunas secuencias muy bien logradas y con un triángulo amoroso sin mayor sentido. El final del filme abre la posibilidad a una culminación épica de la historia en la tercera entrega, pero por lo que hemos visto en las dos primera películas, Katniss Everdeen seguirá siendo un personaje memorable que tendrá que lidiar con lo intrascendente del mundo fílmico que la rodea.
Ojalá  me equivoque, Katniss Everdeen merece tener un gran final en su recorrido por las pantallas de todo el mundo. Veremos...


Así las cosas hoy jueves...

Salud pues.......

viernes, noviembre 15, 2013

De Adiós Carnaval....

Seven Readers!!...

Hace 10 años tuve la "osadía" de quejarme a través de la radio del Carnaval de Mérida. Trabajaba entonces en el centro de la ciudad y llegar a mi trabajo durante los días de carnestolendas era prácticamente una odisea. Una noche de viernes antes de hacer el Magazine radiofónico que solía conducir en aquellos tiempos, discutí acaloradamente con un grupo de trabajadores del carnaval que se negaban a dejarme cruzar la calle para llegar a mis labores cotidianas. Su argumento era que ya nadie podía pasar a la acera de enfrente pues faltaba una media hora para que iniciase el desfile carnavalesco. De nada importaron mis explicaciones que iban en el sentido de que a mi la fiesta me importaba un pepino y que lo único que quería era cruzar los cinco metros de la calle para llegar a tiempo a mi trabajo. Tuve que correr unos 3 kilómetros para cruzar y regresar en sentido contrario para llegar a la cabina 2 minutos antes de salir al aire. Molesto por la intransigencia de los secuestradores de la calle, expresé que el Carnaval debía salir de esas zonas de la ciudad pues se había convertido en un problema al bloquear de manera arbitraria al libre tránsito, independientemente del sin sentido que representaba tal "celebración". A partir de ese momento el teléfono no paró de sonar. Las llamadas estaban divididas: gente que apoyaba tal petición y otros que casi pedían mi salida del aire por meterme con el derecho que tienen los ciudadanos a embriagarse por unos días en la vía pública con el visto bueno de la autoridad.
10 años después, los argumentos de unos y otros siguen siendo los mismos.




Supongo que existe cierto "espíritu transgresor" en el hecho de beber litros cerveza en las zonas turísticas más importantes de la ciudad (o las únicas que tiene). Muchos de los que defienden al carnaval en Montejo y sus alrededores, se lamentan porque el alcohol ya no podrá romper con las lamentables barreras sociales que existen entre el norte y el sur de Mérida. Gracias a la proliferación de latas y misiles cerveceros, la gente del llamado sur profundo convertía por una vez al año en suyo al "exclusivo" Paseo de Montejo. Se trata de un fenómeno social por demás interesante, pero provocado finalmente por una celebración banal y patrocinada no por Momo, sino por su compadre Baco. En otras palabras, los lamentos de algunas personas están ligados al embrutecimiento de la gente y a las ganancias millonarias que obtienen las cerveceras quienes son las verdaderas dueñas del carnaval meridano.
Yo estoy completamente de acuerdo en que las barreras sociales caigan y que los espacios públicos sean usados por todos los que habitamos la ciudad, sin distinción de origen social o económico. Pero creo que esa apropiación tendría que darse a partir de otros elementos que incluso rebasen a lo efímero del carnaval. Las autoridades municipales tendrían que tener la inteligencia y la capacidad para crear otras actividades que fomenten el traslado del sur al norte y/o viceversa. Actividades que deben ser de orden recreativo y artístico. El traslado del Carnaval a Xmatkuil implica que esta fiesta no tiene, ni tendrá nunca más (si es que alguna vez los tuvo) tales atributos.
Pero tampoco tendría por que tenerlos. Se trata de una festividad cuyo origen son los excesos antes de la reclusión religiosa, lo que me lleva a preguntarme si es necesario el uso del erario público para patrocinar una fiesta que realmente nada tiene que ver con celebraciones cívicas o tradicionales. El papel de la autoridad tendría que limitarse a garantizar la seguridad de quienes están ahí, tal y como sucede con otro tipo de espectáculos masivos como conciertos o partidos deportivos. Pero la inversión pública en el Carnaval no está justificada por ningún motivo. De ahí a que la decisión de trasladar la fiesta también tendría que venir acompañada de la creación de un fondo de carácter privado que patrocine a las carnestolendas. Seguramente cerveceras y refresqueras estarían más que interesadas en destinar recursos a algo que a la postre les genera ganancias millonarias.
Será interesante ver que pasa con este experimento de llevar el carnaval a Xmatkuil. Lamentablemente al tratarse de una decisión de un ayuntamiento panista, la permanencia de la fiesta está ligada al color del partido que tenga el poder en la ciudad de Mérida. No dudaría ni por un momento que en caso de que los tricolores "recuperen" Mérida, una de sus primeras medidas sea regresar el carnaval a Montejo. Las decisiones populistas, suelen dárseles bastante bien. Pero mientras eso sucede: adiós carnaval. Tengo la esperanza firme de no volver a toparme contigo nunca más. Y como yo, estoy seguro, miles de meridanos seguramente la mantendremos así por varios años, hasta que soplen otro tipo de vientos políticos.

Así las cosas hoy viernes...

Salud pues.......

sábado, noviembre 09, 2013

De Back in The Game o la Comedia del Beisbol...

Seven Readers!!...

Hace un par de semanas leí una encuesta hecha por el portal Terra en la que cuestionaron a los aficionados al deporte sobre las 10 disciplinas deportivas más aburridas para ver por televisión. El beisbol ocupaba el segundo lugar. Admiro a las personas que pueden pasarse tres horas frente a una pantalla mirando un juego de pelota pues supongo que cultivan a la paciencia como una de sus mejores virtudes.
Yo solo soy fanático del mal llamado “Rey de los Deportes” cuando la ficción se apodera de él. El cine, por ejemplo, nos ha regalado verdaderas joyas en las que el beisbol funciona perfectamente para contextualizar historias insertas en un contexto beisbolero pero que terminan siendo más trascendentes que el juego en si. Filmes como The Stratton Story, The Natural, The Field of Dreams, For the Love of The Game, Trouble With The Curve o la fantástica Bad News Bears (la versión original con Walter Matthau) son algunos ejemplos de cómo el beisbol es mejor cuando pasa por el cuarto de edición y el montaje final deja solamente los momentos emocionantes del juego.

La televisión también ha tenido algunas series que van sobre el beisbol. Quizá la mejor de los últimos años sea Eastbound & Down, protagonizada por Danny McBride y que narra la decadente historia de un pitcher de Ligas Mayores cuyos excesos terminan con su carrera. Pero en el paquete de estrenos que las cadenas norteamericanas entregaron en otoño, se encuentra una joyita que toma al beisbol como pretexto para contar una hilarante y entrañable historia: Back in the Game, una virtuosa comedia plagada de entrañables personajes y que narra la historia de una familia disfuncional ligada profundamente al diamante de juego.


Terry Gannon Jr es una mujer treintañera que acaba de pasar por un complicado proceso de divorcio, su vida cambia de manera radical al convertirse en una madre soltera. Obligada por las circunstancias Terry tiene que irse a vivir con su padre Terry Gannon Sr. - mejor conocido como “The Cannon” - con quien mantiene una relación compleja y hasta cierto punto distante desde que Terry dejó el hogar paterno para irse a la universidad en la que destacó como una gran estrella de Softball. Danny, su hijo, intenta jugar en un equipo de ligas pequeñas cuando descubre que la chica que le atrae tiene cierta debilidad por los beisbolistas. Danny descubrirá que el talento para jugar no es hereditario y será cortado del equipo del que esperaba ser parte. Es ahí cuando Terry decide formar una novena con todos aquellos chicos que han sido rechazados. Nacen entonces los “Angles” (tendrán que ver la serie para saber el origen de tal nombre) y a partir de ese momento el beisbol servirá como pretexto para narrar una historia en la que la familia termina por ser el factor más importante.
Maggie Lawson es la actriz encargada de dar vida a Terry Gannon. Una actriz carismática y cuya interpretación transcurre con sorprendente naturalidad. Es particularmente hábil al enfrentarse a las caos existencial planteado por los guionistas pues dentro de su aparente fragilidad está una mujer fuerte y dispuesta a salir de sus problemas personales, por lo que el espectador terminará sintiendo gran empatía por el personaje. Pero quien termina por darle fuerza al programa es James Caan. Legendario actor de carácter, Caan explota al máximo su vena cómica en Back in The Game. The Cannon parece ser un tipo desobligado y egoísta, pero es evidente que detrás de cada palabra, de cada disparatada acción, The Cannon ama profundamente a su hija y a su nieto Danny a quien tratará de enseñar a jugar beisbol  y a enfrentarse a la vida con métodos poco ortodoxos, pero efectivos. Caan amplia su registro actoral a niveles poco mostrados en su carrera (solo recuerdo haberlo visto en una comedia: Mickey Blue Eyes) para generar una de las mejores actuaciones de su amplia trayectoria. El pequeño Griffin Gluck es quien le da vida a Danny y su personaje se convierte en un elemento indispensable para darle cierto balance a un núcleo familiar que sin él estuviera completamente perdido.
Back in the Game está llena de momentos hilarantes. Su ritmo narrativo, un guión plagado de situaciones ordinarias y familiares y lo bien delineado de sus personajes, generan un programa en el que es imposible dejar de reírse pues por momentos trae lo mejor de un sub género cómico que curiosamente lleva el nombre de un lanzamiento de beisbol: el Screwball. La serie funciona porque todos sus personajes terminan por ser arrastrados por las situaciones creadas en el campo de juego y que – insisto – repercuten en la vida cotidiana de quienes aparecen en pantalla. Pero sobre todo, estamos ante un programa de televisión que revalora el concepto de familia, dando al traste con arcaicos conceptos tradicionales que insisten en pensar que en pleno siglo XXI aún existe un modelo único para describir a los núcleos familiares, cuando es evidente que este ha evolucionado sin que ello implique ninguna perdida sobre todo en términos de relaciones afectivas entre sus miembros.
Una delicia que no pueden perderse cuando llegue a Latinoamérica, sean fanáticos del beisbol…o no.


Así las cosas hoy sábado...

Salud pues.......

jueves, noviembre 07, 2013

De: In Memoriam Gustavo García...

Seven Readers!!...

"Cuando se nos mueran los maestros,
Nos tocará inventar nuevas reglas del juego.
Equilibrar la fuerza y el cariño.
Envejecer para sentirnos niños"...
Rafa Pons.

Nunca escuché a alguien hablar con tal candor sobre el cine como lo hacía Gustavo García. Escucharle era simplemente delicioso e instructivo. Era un tipo con una memoria privilegiada, con una enorme capacidad para describir secuencias y escenas  para desmenuzarlas con asombrosa facilidad. Con ese aire bonachón, con ese agudo sentido del humor, con esa manera que tenía para captar la atención de su auditorio, Gustavo García se convirtió en un referente obligado de quienes estaban interesados en aprender algo sobre cine.
En mis tiempos en la UAM-X su nombre era legendario. Cuando uno entraba a la carrera de comunicación, la gente que iba trimestres más adelante solía compartir con los más nuevos los nombres de los maestros con los que querías tomar clase. El nombre de Gustavo García casi siempre encabezaba la lista. "Tienes que tomar cine con Gustavo" - decían - "tu vida no será la misma" - exageraban. No sé si la cátedra de García tenía la capacidad de cambiarte la existencia, pero al menos parecía que si te transformaba por completo tu visión sobre el llamado séptimo arte. De ahí que si por mala suerte no aterrizabas en la clase de Gustavo, hacías hasta lo imposible por obtener una permuta con algún despistado compañero que te cediera el lugar en aquel privilegiado grupo.




En aquellos días la UAM-X era una de las pocas universidades en las que, como parte del programa de comunicación, se enseñaba y se hacía cine de verdad. Filmábamos en cámaras de 16 mm  y grabamos audio con la calidad profesional que te brindaba la famosa grabadora Nagra. Legendarias eran las salas de edición en las que en unas viejas y gigantescas moviolas, los maestros te enseñaban literalmente a cortar y pegar una cinta de cine, a sincronizar sobre tal cinta el sonido de tus películas o cortos.  Supongo que por ello - salvo excepciones italianas - se elegían a verdaderos conocedores para impartir las materias relacionadas con todos los elementos relacionados con la realización, la apreciación y la producción cinematográfica. Gustavo García era una de ellos.
Yo no tuve la fortuna de ser su alumno de manera directa - mis estudios formales los tomé con otra grande: Alicia Polionato - pero atraído por su leyenda me colé en más de una ocasión a las clases de Gustavo. Su cátedra era tan intensa que después continuaba en los pasillos, y luego cuando uno veía una de las películas sobre las que Gustavo había platicado. Entendías al cine como un medio de expresión, como el reflejo de una cultura, pero también como una fantástica forma de entretenimiento. 
Con los años seguí leyendo, escuchando y mirando a Gustavo. Ya sea en la prensa, en la radio o en la televisión, escucharle no solamente me remitía a aquellos fantásticos años de la universidad, sino era algo que motivaba a continuar aprendiendo sobre cine, a seguir disfrutándolo con la pasión con la que evidentemente Gustavo lo hacía. Le admiré mucho y de alguna forma se convirtió en un ejemplo a seguir, en un modelo al que había que intentar alcanzar. No sé si con todo el tiempo que llevo hablando y escribiendo sobre cine en diversos medios, me he acercado al menos un poco, un poquito, a lo que Gustavo García hacía, pero si en algún momento consigo tal cercanía podré sentirme satisfecho.
Lamento mucho la muerte de Gustavo García. México se queda sin uno de sus pocos y verdaderos conocedores sobre el arte cinematográfico, sin un hombre que ejercía como pocos el pensamiento crítico sobre el mismo. Deja un enorme legado al que habrá que acudir con regularidad para volver a deleitarse con esa sensibilidad, con ese humor, con esa alegría con la que se acercaba al cine. 
Termino el post como empezó: con Rafa Pons y ese reto que queda cuando se nos muere un auténtico maestro.



Nos vemos en el cine, admirado Gustavo García...

Así las cosas hoy jueves...

Salud pues......